EL ARQUITECTO DE LA COCINA ITALIANA

Teo Ianotta tiene una vida para contar, pero cuentos a parte, nos interesa mucho y cada vez más su vida gallega, una vida de un italiano peculiar, apasionado y creyente, …de los creyentes culinarios.

Es ese tipo que cree en lo que hace, según la vida le va dando las oportunidades. De formación arquitecto y de vocación cocinero, gastrónomo y emprendedor, cocina como vive: con fundamento y dedicación. Está escribiendo, sin estruendo, páginas en la cultura gastronómica gallega, con proyectos gastronómicos esenciales como cuando puso como referente en Pontevedra el restaurante Mare e Monti. Cuando, junto a Miguel elevó al estrellato Michelin el Restaurante de Miguel González en Pereiro de Aguiar. Y cuándo,  ahora en Ribadumia, en el Salnés entre viñedos nace de su mano O MUIÑO DE RUDIÑO, un viejo molino de 1850 junto al río Umia se está convirtiendo en el marco incomparable dónde ha nacido este proyecto que sin duda será un referente para los que nos gusta experimentar la pasión de la cocina y la cultura gastronómica y que aúna a un tiempo la magia de la cocina italiana, los productos gallegos y una bodega excepcional por su calidad y variedad que con más de 500 referencia de Galicia y el mundo es poco común por estas tierras.

Un poco de historia. He conocido este restaurante desde que en el 2021 abrió sus puertas. Después de una etapa de reflexión y aprendizaje en el mundo del vino. Teo decide construir un espacio creativo dónde prime el producto de calidad ya que nada es casual en este lugar, es verdad que te sirve la comida que el decide, pero no esperes nada a disgusto, porque sin duda su saber hacer te llenará, te llevará en un viaje lleno de sabores que comienza en Italia y acaba en Galicia (como su vida misma), integrando en una ejecución exquisita lo mejor de cada lugar y dónde por humilde que te parezca el alimento que veas en tu plato, ten por seguro que es el mejor que se puede encontrar. He visto cómo ha ido evolucionando en estos dos años, hasta conseguir en este 2024 un nivel gastronómico excelente dónde los platos alcanzan ya un nivel entre lo mejor que se puede encontrar en Galicia: ¡llegar hasta aquí no te defraudará… volverás!

Ayer, una vez más volvimos a dejarnos llevar por este discurrir maravilloso que Teo dibuja cada vez que entras en este preciso edificio que antes fue un típico molino de agua. El camino comienza cuándo entras por la cocina, ¡qué mejor sitio para entrar!

La amabilidad del personal es la antesala que como un presagio de lo que vendrá nos lleva a la mesa. Una decoración, sobria y medida, con ese gusto que se les supone a los arquitectos nos cobija hasta la mesa, dónde la carta de vinos es nuestro pequeño margen de maniobra para elegir, aunque entre esa gran carta de vinos, lo mejor es dejarse guiar por el criterio de este ufano cocinero, arquitecto y somelier y ¡…a comer!

Primero llega a la mesa como siempre, simple y con una presentación muy elegante (siento no tener esta foto, pero con la ansiedad pasé directamente a probarlo 😉 ) una lubina marinada con mimo que hizo su aparición justo en el momento en el que probábamos el vino; un vino italiano, de la Lombardía, de la bodega de Aldo Rainoldi, suave y delicado que fue evolucionando a medida que nos servían los platos que fueron llegando en el momento apropiado. Por cierto, el pan demasiado crunch: no puedes parar de comer. Esto es cosa de gallegos, claro.

Luego vino, para mi uno de los mejores platos. He de decir que en este restaurante me estoy  aficionando a la burrata. Una burrata con una espuma de mortadela:  Oh My God ! Nunca antes había probado esto pero he de decir que me encantó, es un maridaje estupendo, la espuma suaviza la mortadela pero conserva ese toque cárnico que juega a las mil maravillas con la frescura y los lácteos de la burrata y el contraste lo da un tomate seco que como siempre en la cocina de Teo, puede parecer casual e irrelevante incluso cuando te dicen que es un tomate napolitano, pero cuándo lo pruebas y te das cuenta que no has probado otro igual en ninguna parte, ves que todo aquí es de una gran calidad y todo encaja a la perfección.

A continuación, pudimos degustar un clásico muy bien resuelto, una lasaña vegetariana de berenjena, con ese sabor excitante que le da la passata, un puré italiano de tomate reducido y concentrado con un delicioso toque ácido que llena de personalidad un plano excelente. Destaca en este plato lo bien integrados que están todos sus ingredientes, desde el queso a la berenjena. Un bocado exquisito que nos encantó.

Como no podía ser de otra manera, luego vino el pulpo, en un formato poco habitual pero que da un sabor delicioso al caldo dónde se cocinaron las habas. Esta especie de fabada de pulpo para mí le faltó un crujiente o un toque picante que a mi juicio le hubiera ido genial. Pero ha conseguido integrar perfectamente el sabor del pulpo en una fabada que no resulta para nada fuerte y que deja que las fabes se muestren delicadas y harinosas con el punto de cocción adecuado, tanto para las fabes como para el pulpo que por su sabor, tamaño y color seguro venía de muy cerca.

Ya encaminando la satisfacción de una buena comida y con el convencimiento de esa madurez que nos hace pensar que este restaurante está a punto de subir un peldaño más, vino un plato de pasta, sublime. La pasta estaba cocinada con unos calamares o chocos y setas shitaker que la realzaban a unos niveles estupendos. La pasta tiene esa facilidad, cuando se cocina en su punto y con la cantidad de salsa adecuada, potencia los sabores. Aquí reconozco que me pierdo, pero podría ser una especie de farfalle / fussilli algo para mi ya muy complicado y que tenía la carnosidad adecuada para combinarla con los calamares y las setas, finalmente coronaba el plato unas lascas de trufa negra muy apropiadas y que siempre combinan bien en este tipo de plato, este toque tan  habitual no quitaba valor a una ejecución perfecta dónde todos los sabores adornaban un plato elegante y dónde el calamar (mar) y las setas (montaña) funcionaban muy bien, ¡gran plato!

Ya terminando la sesión apareció la carne. He de decir que últimamente de la carne me estoy quitando, no sé si es ya mi alma revolucionaria por lo que tienen las vacas de contaminantes o es ya que la edad deja paso a sabores menos agresivos. Estuvo bien, en su punto, pero sin destacar más de lo necesario aunque como todo en este restaurante de una ejecución perfecta, en su punto de textura y con un sabor excelente a producto gallego de primera que presentado sobre una base de shitaker, ensalada y su crujiente funcionó muy bien como fin de la fiesta salada.

El menú puso el punto y final con un postre sencillo y delicioso de crema sobre un hojaldre roto.

¡Ah! el café para no perdérselo.

En este sitio, no hay copas, la sobremesa con café, hemos venido a disfrutar de la comida y del entorno, pero no se echa de menos.

Ahora un paseo al lado del río y pensar en volver….

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